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viernes, 9 de julio de 2010

Reseña Literaria de Caja negra


 Caja negra, de Pablo Sánchez
La literatura, como el lenguaje, es un producto tan ilustrador como falsificador. De eso, precisamente, tratará de convencernos el novel autor de Indicios del caos, Raúl Garay, desde el momento en que reciba una inesperada demanda por plagio de otro novelista, desconocido y oportunista, autor de una obra publicada con anterioridad: La fosa común. Desde la aparición de su contrincante ideal, complementario, Elías Betancourt, Garay asistirá impotente y colérico al desvanecimiento de su efímera carrera literaria por la ladera del olvido, en beneficio del éxito de su contrincante. Sus vidas se entrelazan, a partir de entonces, en una descarnada lucha legal y personal llena de coincidencias y malentendidos, de traiciones y emboscadas. La clave temática de Caja negra reside pues en el enfrentamiento entre dos seres incompatibles y vanidosos, con tendencias megalómanas, enzarzados en una guerra dialéctica que revelará formas muy distintas de entender el mundo y la literatura, y demostrará que ninguno de los dos es trasunto del otro. Al final, Garay no intenta refutarle nada a su álter ego, Betancourt, porque el plagio es irrefutable y, como todo gran escritor, es consciente de que la literatura no es más que un campo de controversias en el que se busca la perdurabilidad y se pierde la propia identidad.
El joven novelista Pablo Sánchez (Barcelona, 1970) nos sorprende gratamente con Caja negra, su primera novela, ganadora del xi Premio Lengua de Trapo de Novela (2005), por sobradas razones entre las que destacan su dialéctica y su juego de dobles imágenes. Libro escrito en clave autobiográfica por una voz rica, llena de matices, una mente crítica, acostumbrada a la hipérbole retórica; la voz de un escritor que domina con destreza de picapedrero los resortes y mecanismos de la creación narrativa, pero que clama con una ironía nada exenta de mordacidad: «nunca he podido decir nada nuevo».
Caja negra se nos presenta como una novela confesional plagada de aciertos: su planteamiento cargado de reflexiones sobre el origen de la vida y de la literatura –las más puras formas de creación–, sobre el oportunismo y la fama; los dos incisos pseudoautobiográficos –autocronología, verídica, y cuestionario Proust–, llenos de sarcasmo en sus opiniones sobre los más diversos temas: política, literatura, religión, sexualidad, modernidad, poderes fácticos, etc.; por último, una original trama, basada en el poder terapéutico del odio, motor de creatividad literaria. Los fallos, pocos, uno tal vez descartable: protagonista y antagonista son en exceso aviesos, perversos, abominables; exacerbados en su forma de amar y de odiar; quizás, demasiado humanos.
Pero lo que sin duda debería convencernos de este ególatra de lo literario, es su capacidad para la intertextualidad, en esta novela sobre y contra la literatura, llena de citas de autores diversos –Uslar Pietri, Céline, Borges, Celaya–, además de que nos exija como lectores la complicidad en la búsqueda de la verdad literaria. Pablo Sánchez –Raúl Garay– solicita al lector –narratario– un ejercicio de hermenéutica, de interpretación del texto literario, consciente como es de que su novela no es, ni mucho menos, una verdad literaria, sino un horizonte de inseguridad y de peligro. De ahí que, al final, desista de trazar nuevos proyectos y nos inste a indagar, tan solo, en el placer del texto por el texto.
La literatura, como la creatividad y, de igual modo, la vida quedarán encerradas de forma perpetua en una caja negra, memoria, reminiscencia, anámnesis: una especie de mirada sobre nosotros mismos.

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